Llamadme Elyon

Llamadme Ismael, ¿Acaso puede haber un inicio mejor? Seguramente, no.
Hace más de seiscientos años que Melville lo escribió y sigue siendo inmejorable.
¿Seiscientos o son más?
La cabeza me va y viene desde este segundo despertar 
Mi nombre es Elyon, Elyon Navi, y como Ismael cruzo las inmensidades del océano. En su caso un océano marino; en mi caso un océano estelar. Ambos inmensos y llenos de peligros.
Yo soy mi Ismael o mejor dicho soy mi Elyon. Él fue el único superviviente del Pequod, yo de la Humanidad... o eso creo.
Pero mejor es que centre mis ideas y me explique desde el principio.
Soy Elyon Navi y soy el comandante, y único miembro, de la nave espacial Arka-3.
Este es o será, no sé cómo debe decirse, mi diario de a bordo, mi bitácora.
Es verdad que el viaje comenzó hace más de cien años, si el ordenador no me engaña. Vaya paradoja: hace más de un siglo que salí de la Tierra, o mejor sería decir de la órbita de la Tierra y aún no he cumplido los 55 años.
Entonces, ¿por qué comienzo ahora este diario? Seré franco, porque me siento solo.
Soy la única conciencia viva, por mucho que le moleste a AEGIS.
Por este motivo he comenzado a escribir está bitácora, para que me sirva de desahogo y de control de mis emociones. Además, de si algún día llega alguien a leerlo, sepa cómo fue el tercer génesis de la Humanidad.

Día 1 del segundo despertar

Hace doce horas que comencé esta segunda fase. Tuve mi segundo despertar de mi viaje. Según el ordenador de a bordo, hay 325 averías menores y 3 de nivel medio, lo que implica que tardaré un tiempo en volver a desconectar.
Antes de nada, debería de explicar qué quiero decir con segundo despertar y desconectar, para que no lleve a confusión.
Ambos conceptos están correlacionados y tienen que ver con el tiempo que permanezco despierto y el que no. Dado que el viaje es muy largo, varios cientos de años, debo permanecer durante largos espacios de tiempo durmiendo en un proceso complejo, dada mi morfología actual, de ahí el término desconectar. Permanezco ese tiempo en una especie de sarcófago especial que me protege de cualquier problema grave o muy grave que pudiera sobrevenir. Estaría en una especie de barca salvavidas espacial. Así que el término desconectar hace referencia a mi estado de inconsciencia.
Con respecto al segundo despertar hago referencia a que es la segunda vez que sigo este proceso. La primera vez fue cuando crucé la zona del cinturón de asteroides situada entre Marte y Júpiter, el cinturón principal, hasta llegar a la heliofunda. Permanecí despierto varias semanas, hasta que, tras reparar un par de averías menores y comprobar que no había ningún peligro cercano, volví a desconectar.
En un principio deberían de haber sido tres los despertares: el segundo al llegar a la nube de Oort. Pero tras discutirlo con AEGIS, llegué a la conclusión que este no era necesario.
Una vez explicados los conceptos, me pondré manos a la obra. No hay prisa, pero así distraigo un poco la cabeza. A pesar de las sesiones preparatorias con los psicólogos, las técnicas que me enseñaron y las charlas con AEGIS, no puedo evitar sentirme solo y no encontrarle sentido a esta locura, a este último viaje, a esta arca de Noé futurista en busca de un nuevo monte Ararat.
Fin de esta entrada.

Día 1 del segundo despertar. Anexo

Han pasado dieciocho horas desde que desperté y cinco desde que comencé con la reparación de la primera de las tres averías de nivel medio. Al final, he tenido que dejarlo para mañana. Es hora de ir a hacer mi descanso obligatorio. Espero finalizar mañana, aunque no lo veo muy claro.

No creo que acertaran conmigo para ser responsable de una de las Arkas, para ser responsable del destino de la Humanidad. Pero ya no hay vuelta atrás. Mejor que me vaya a descansar, mañana será otro día.

Día 2 del segundo despertar

Tras realizar la copia permanente y la revisión de mis sistemas, ya puedo continuar con la reparación pendiente.
Hoy estoy más animado, probablemente AEGIS me haya suministrado algo mientras descansaba.
Leyendo lo que acabo de poner, creo que debería poner una aclaración.
Cierro entrada.

Aclaración: Humanoide consciente u Homo syntheticus

Añadí esta aclaración porque tal vez la persona que lea esto no llegue a conocerme; y si se trata de un ser humano, no entienda alguna de las cosas que he escrito en esta breve bitácora o, como se empeña en recalcarme AEGIS, diario personal. Ya estamos discutiendo y no llevo más que dos días despierto. Cosas de las IAs.
Yo, como habrás podido deducir por el título de esta entrada y algunas cosas que he mencionado en las dos últimas entradas, no soy un ser humano en el sentido literal de la palabra. Aunque en un principio sí lo fui.
Nací en Europa, en una ciudad llamada Madrid, de algo más de diez millones de habitantes. Estudié ingeniería espacial y programación cuántica, esta última con la idea de poder entrar en el proyecto Ares-3. Por desgracia, no fui seleccionado y formé parte de uno de los equipos de la ESA en la Tierra.
Hace dos años —perdón, sería mejor decir que cuando cumplí los 53 años de edad—, toda mi vida cambió de golpe. Me encontraba en Holanda, en Noordwijk, en el Centro Europeo de Investigación y Tecnología Espacial (ESTEC), cuando fui llamado a comparecer a una reunión urgente en París, en la sede central de la agencia.
En esa reunión, de la que ya hablaré más detenidamente en otra ocasión, se me comunicó que había sido seleccionado para esta misión, entre miles de candidatos. Pero para poder participar, debería hacer un gran sacrificio, debido a la larga duración del viaje y a los peligros del mismo.
Hacía ya más de cincuenta años que la humanidad había superado la barrera de los ciento diez años de esperanza de vida para las mujeres y los ciento cinco para los hombres. La mayoría de las enfermedades estaban erradicadas o controladas, gracias a los medicamentos y a las vacunas generadas por las inteligencias artificiales estrechas (ANI) creadas para tal efecto, junto con la colaboración de inteligencias artificiales generales (AGI) de última tecnología. Pero el viaje tendría una duración de cientos de años, y mi cuerpo, aún con la ayuda de la hibernación, no podría superarlo. Por ello, debería convertirme en un Humanoide consciente o, como se denomina en el argot popular, un sintético.
Los Humanoides conscientes ya vivían con los seres humanos tradicionales desde hacía unos treinta años antes de mi partida. Personas que prescindían de su cuerpo biológico para vivir más tiempo y estar libres de las enfermedades y del envejecimiento. En un principio, solamente se conservaba el cerebro. Eran seres casi idénticos a los tradicionales, salvo en la textura de su piel y, por ese motivo, se les denominaba sintéticos, porque parecían de juguete, artificiales, como los muñecos con los que jugaban los niños de los siglos XX y XXI.
Posteriormente, unos cinco años antes de mi odisea espacial, se empezaron a utilizar los cerebros artificiales, llamados Newbrain. En ellos, mediante escáneres multidimensionales, se almacenaban todos los datos del encéfalo de la persona. Se tenía en cuenta desde las profundidades de las circunvoluciones y surcos cerebrales, pasando por los daños físicos en los hemisferios, hasta la actividad eléctrica cerebral. A su vez, se hacían mapas de la memoria y otros tipos de estudios tan complejos que llevaban días realizarlos. Se crearon escáneres similares a los TAC y los PET que utilizaban los medios más modernos, incluidos los nuevos sistemas de estudio por antimateria que Paracelso-2 había creado para tales fines. En pocas palabras, se hacía una especie de trasplante de la memoria y de la personalidad del órgano biológico al sintético. El resultado final, según los encuestados, era la misma persona en un cien por cien, aunque algunos familiares y conocidos decían que notaban ligeros cambios en la conducta de estos, pero, según los psicólogos y psiquiatras, era algo normal tras una experiencia tan extrema.
Y en eso fue en lo que me convirtieron para que pudiera llevar a cabo mi trabajo. En un principio, debo reconocer que no me hizo mucha gracia, pero luego, cuando desperté, me quedé más tranquilo.
Todo parecía igual que cuando me hicieron la intervención. Parecía recordar mi pasado de manera correcta y no creía notar ningún cambio en mi forma de actuar o en mis gustos. Pero, ¿hasta qué punto podía confiar en mis creencias? No tenía con qué comparar; mis padres habían muerto dos años antes y había sido hijo único. Así que tal vez sí era el humano que fui, o tal vez no.
Supongo que con este resumen ya queda aclarada mi esencia y el porqué de algunas reseñas que podrían confundir a mis posibles lectores humanos.
Como último apunte, señalar que, al no tener un cuerpo biológico, no necesito dormir, pero para no alterar mis estados emocionales, finjo dicho descanso, que se aprovecha para hacer una copia de seguridad de mi cerebro y así, en caso de algún accidente, recuperar lo máximo de mí.
Fin de la entrada.

Día 2 del segundo despertar. Continuación

Finalmente, la jornada ha ido mejor de lo esperado. He logrado solucionar dos de los problemas más graves; el tercero lo dejaré para mañana.
Me ha sobrado tiempo hasta para almorzar. No es comida en el sentido estricto de la palabra, pero cumple con el mismo cometido. Aunque podría recargar mis sistemas mientras duermo, lo hago por el día, de la misma manera que cuando era biológicamente humano. La idea, según los psicólogos, es que no me afecte emocionalmente el hecho de no comer, ya que mi cerebro me considera humano y la no realización de un acto como éste podría afectar a mi estado anímico; o, mejor dicho, a los algoritmos que hacen que me sienta feliz, triste o deprimido.
Por lo demás, el viaje sigue de acuerdo a lo establecido.
Mañana realizaré mi primera salida al exterior. No debería de tardar mucho, pero nunca se sabe. No me gustaría salir y quedarme flotando por el espacio hasta que mis baterías se agotasen. Seguramente, sería la muerte más estúpida de la historia.