Día 3 del segundo despertar. Continuación.

Todo ha salido a la perfección. Al final, he tardado más en ponerme y quitarme el traje EVA que en recuperar la araña.  
Es un traje muy incómodo de colocar, en especial por el LCVG (Liquid Cooling and Ventilation Garment), el sistema de calefacción y refrigeración del traje. Porque el espacio puede ser muy frío, llegando casi a los 2,7 grados Kelvin (unos -270 grados Celsius), pero, por otro lado, mi cuerpo podría alcanzar cientos de grados si me hallase frente a una fuente de calor o una estrella no muy lejana. El espacio es misterioso y peligroso, pero a la vez fascinante y hermoso.  
También el proceso de despresurización y presurización es algo lento: diez minutos para un cuarto de unos ocho metros cúbicos. Pero, ¿quién tiene prisa en un viaje de cientos de años de duración? ¿Quién tiene prisa cuando nadie te espera para cenar o para compartir la cama?  
Una vez salí de la nave, me costó un poco habituarme a moverme y a ubicarme. Aunque mi cerebro sea sintético, sigue comportándose como uno biológico.  
Tras decidir qué era arriba y qué era abajo, la cosa fue coser y cantar. Ayudado del SAFER (Simplified Aid for EVA Rescue), me desplacé hasta el módulo en cuestión. Podría haber usado las agarraderas y el cable de sujeción, pero hubiera sido más lento y cansino. Bueno, eso de "cansino" sería un decir: yo no me canso igual que antes, aunque mi cuerpo ha sido preparado para que también sienta algo parecido. Es algo similar al acto de dormir: no me es necesario, pero mi cuerpo lo simula para que mi mente pueda seguir funcionando normalmente y no se altere. Es todo muy extraño si uno se para a pensarlo, pero si yo sigo siendo yo, deberé hacer lo mismo que hacía cuando estaba vivo.  
Apenas he tenido que disparar un par de veces el propulsor hasta llegar a mi objetivo. Se trataba de la Spider-8; la he desconectado y he regresado al Módulo Uno.  
Estoy contento por cómo fue la jornada, y más tras ganarle la apuesta a AEGIS. Antes de abandonar la nave, habíamos estado hablando sobre cuál podría haber sido la causa del fallo de la Spider. La IA apuntaba a un fallo mecánico, mientras yo decía que debía ser algún problema del sistema operativo. Y, para mi sorpresa, AEGIS me propuso hacer una apuesta. Imagino que fue algo de los programadores para hacerla más humana y hacer mi viaje más cómodo y llevadero. Como es lógico, acepté la apuesta: si ella ganaba, yo haría algún trabajo automatizado de manera manual, y si perdía, respondería durante el resto de la jornada a las preguntas que yo le hiciera, aunque no estuviese autorizada a dicha información. Debía estar muy segura de ganar.  
Así que he aprovechado para averiguar más sobre el motivo que originó esta misión: un viaje épico de ocho naves espaciales con un destino lejano, muy lejano, y con un final más que incierto.  
Sabía que todo era debido a una inestabilidad del Sol, la cual estaba acelerando de manera casi exponencial la muerte de nuestra estrella, llevándola a entrar en una fase de gigante roja en unos cientos de años o menos, consumiendo los planetas más cercanos, incluida la Tierra. Era poca información, pero no hacía falta más para comprender el porqué de esta misión sin precedentes.  
La información que me ha dado AEGIS ha sido muy interesante y previsible. ¿Quién, si no nosotros, los humanos, seríamos capaces de destruirnos a nosotros mismos? Solo el hombre podría ser capaz de hacer algo así.  
Todo fue debido al Proyecto Surya, organizado por la ESA y la ISRO (la agencia espacial de la India). El fin de esta misión era entender mejor el núcleo de nuestra estrella e intentar aprovechar su casi infinita energía. Para ello, se mandaron varias sondas: Freyr, Lugh y Helios, provistas de la más moderna tecnología de fusión inversa, para ralentizar o modular las reacciones de fusión nuclear en el núcleo solar. La idea era que, al reducir temporalmente la intensidad de la fusión, los científicos pudieran estudiar el núcleo con mayor precisión. Pero, para desgracia de todos, algo falló en una o en varias de las sondas y, en vez de ralentizar el proceso, se produjo todo lo contrario. Empezó a generarse una reacción en cadena descontrolada que alteró el equilibrio hidrostático del Sol. Se produjo un sobrecalentamiento del núcleo y un aumento de la presión, lo que llevó a una expansión de las capas externas de la estrella. Esto generó una inestabilidad gravitatoria que hizo que el núcleo perdiera su equilibrio y las capas externas colapsaran hacia el interior. En resumen (y para no alargar la explicación innecesariamente), el Sol entró en una fase de gigante roja; es decir, en vez de consumirse en miles de millones de años, lo haría en unos pocos cientos.  

Acabo de recordar aquella frase de Carl Sagan:  
"Uno de los grandes dilemas de nuestra especie es que somos lo suficientemente inteligentes para entender el mundo, pero no lo suficiente para evitar nuestra autodestrucción".
Un escalofrío acaba de recorrer todo mi cuerpo. Cuánta razón encerraban aquellas palabras, pronunciadas siglos atrás.  
Le he preguntado a AEGIS si cree que alguna de las Arkas logrará llegar a su destino. Su respuesta me ha desconcertado: De las siete naves, Arka-2 y Arka-6 son las que más probabilidades tienen de conseguirlo: aproximadamente un 0,01%.  
¿Siete naves? Pero… ¿no éramos ocho?  
Se lo he preguntado, y me ha contestado que *hace unos tres años, la Arka-5 había dejado de emitir.
¿Emitir?  
Nuevamente, me he quedado confuso. ¿Cómo podía saberlo? Por lo que yo sabía, nuestros sistemas de comunicación eran básicos, pues una vez hubiéramos salido de la órbita de Marte, ya no tendríamos por qué comunicarnos con nadie. Se suponía que la vida en la Tierra se extinguiría con ella, y las otras naves se irían alejando hacia sus diferentes destinos, sin posibilidad de marcha atrás. Además, si hacía tres años que la Arka-5 había dejado de emitir, era imposible que lo supiéramos, pues cualquier señal (o ausencia de ella) aún no habría llegado debido a la distancia entre ambas naves.  
Le pregunté a la IA. En un primer momento, contestó que debía haber entendido mal lo que me había dicho, pero al ver que insistía, decidió desvelarme un pequeño secreto que todos los navegantes desconocíamos:  Las Arkas están en contacto entre sí mediante un sistema de comunicación cuántico que permite la transmisión y recepción instantánea. Este sistema se basa en el entrelazamiento cuántico de partículas. La idea era que las naves estuvieran mandando información unas a otras, en especial si alguna encontraba un planeta habitable. Así, las naves que no hubieran tenido tanta suerte podrían poner rumbo al planeta afortunado.  
Esto me animó inicialmente, pero cuando le pregunté a AEGIS si podría hablar con los otros navegantes, su respuesta fue negativa:  El sistema solo enviaba datos básicos de posicionamiento y rumbo. Nada más.  
Ahora vuelvo a sentirme solo y abatido. No le he querido preguntar a AEGIS cuáles son nuestras posibilidades, pues si un 0,01% ya son pocas (por no decir ninguna), las nuestras serían para llorar.  
Si pudiera llorar.
Los sintéticos no lloramos. O eso creo.  
Esta misión es absurda. Deberíamos habernos quedado en la Tierra, pues al final, el resultado será el mismo.  
Fin de esta entrada.

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